El amor incondicional de una abuela
Por: Victoria Ruiz
La vida de Guadalupe
Morales, de 67 años, no ha sido fácil, ha sufrido grandes tristezas y la peor
de todas fue el crimen de su hija y su yerno el 24 de enero de 2011. Desde
entonces debió asumir el cargo de sus cinco nietos, quienes quedaron en la
orfandad y cada día luchan contra la
pobreza.
La triste historia
que marcó la vida de los hermanos Yancor Aguilar comenzó Aguilar comenzó ese día
gris del 24 de enero de 2011, cuando Lupita, como es conocida Guadalupe
Morales, recibió la noticia que su hija Paula Aguilar Morales, de 32 años, y su
yerno Carlos Rufino Yancor Poz, de 33,
habían sido asesinados en el interior de una camioneta en el parcelamiento
Caballo Blanco, cuando se dirigían a la aldea La Blanquita.
Triste realidad
“Mi hija Paula y mi
yerno Carlos me apoyaban en todo, la vida no ha sido fácil para mí, les
quitaron la vida injustamente y les arrebataron el cariño y amor de padre a mis
nietos”, expresó sin contener las lágrimas, mientras volteaba las tortillas que
sale a vender.
Aún sin importar las
condiciones, la familia vive en una vivienda humilde construida con tablas y
láminas en la 1ª. Calle de Los Raldas, en la zona 4.
Los hermanos Juan
Francisco, de 21; Ángel Enrique, de 10; Clarisa Susena , de 15; Rony Rubén, de
11, y Rómulo Valeriano, de 9, recuerdan con tristeza a sus padres. A 25 metres
de la vivienda se encuentran sepultados y todas las tardes los visitan, estar
sin ellos es algo que aún no asimilan.
Los mayores Juan y
Ángel dejaron sus estudios de diversificado y básico, respectivamente, para
trabajar como ayudantes de albañilería y lo poco que ganan lo usan para la
alimentación.
Mientras Clarisa
Susena cursa segundo básico, Rony Rubén estudia quinto primaria y el menor de
ellos, Rómulo Valeriano va en segundo primaria, todos tienen como sueño y meta
ayudar a su abuela.
Amor y dedicación
“Después de sepultar
a mi hija me traje a mis nietos a vivir conmigo, es muy pequeña mi casita, pero
Dios está con nosotros”, manifestó Guadalupe.
El cariño y
dedicación no les falta a los hermanos, pero el mayor problema es la situación
de pobreza que tienen.
Doña Guadalupe
explicó que ha intentado en varias ocasiones ser tomada en cuenta en algún
programa social del Gobierno, pero se lo han negado sin darle razones. “Con lo
poco que gano vendiendo tortillas he sacado adelante a mis hijos, he intentado
solicitar ayuda, pero nunca me toman en
cuenta, espero que puedan ponerse la mano en la conciencia y apoyarme, mis
niños estudian y solamente una oenegé me apoya con dos de ellos”, lamentó.
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